domingo, 18 de noviembre de 2012

Capítulo 9: Sin ti nada.

Miércoles. Son las 6 y media de la tarde y después de una mañana llena de problemas en el programa llega la hora de volver a casa. Tengo exactamente 3 horas para vestirme, maquillarme y demás para ir a cenar a casa de Romi. ¿Nervios? alguno que otro. Estarán amigos suyos y no sé si encajare mucho con la cena. ¿Ganas? bastantes, hace mucho que no la veo.
Me doy un baño con agua caliente para relajarme de este día tan ajetreado. Me pongo la ropa de andar por casa para estar más a gusto. Veo un rato la tele. Cómo Conocí A Vuestra Madre y Dos Hombres Y Medio.
Llegan las 8. Empiezo a prepararme. Un vestido negro de vestir con unas medias del mismo color y unas botas algo informales. Me maquillo, no demasiado. Pintalabios rojo, sombra de ojos y poco más. Me quito mi coleta y me peino un poco. En el programa he tenido el pelo liso así que lo mantengo. 
Salgo de casa. Voy andando para dar una paseo.
Es ya bastante de noche y hace mucho frío así que cojo el camino más corto. Camino durante unos minutos. Casi he llegado ya. Subo unas escaleras que hay a unos metros de su casa pero cuando ya estoy arriba del todo me doy cuenta de que he visto a una cara conocida. Retrocedo un poco hasta llegar al primer escalón donde veo a un chico sentado con los codos apoyados en las rodillas frotándose los ojos. 
-Perdona, ¿te conozco?
Parece sonarle mi voz. Levanta la cabeza y mira hacia arriba para reconocerme la cara. 
-¡Anna!
Se levanta, aparta la mirada unos segundo mientras se seca las pocas lágrimas que caen de sus ojos. 
-¿Qué pasó, Dani?
-He salido un rato para que me diera el aire, ¿y tú?
-No te creo.
-He discutido con Cris y hemos roto, esta vez para siempre.
Le paso la mano por el hombro y hago que nos sentemos.
-Un momento, voy a hacer una llamada y enseguida vengo.
Me aparto unos metros mientras llamo a Romi para decirle que no estaré en la cena. Me invento una pequeña excusa, es mejor no decir nada. Vuelvo a ese primer escalón. 
-¿Y cómo te has venido hasta aquí?
-Necesitaba que me diera un poco el aire para poder pensar bien y este es un lugar alejado y oscuro, donde no hay rastro ni de ella ni de nadie. ¿Y tú?
-Iba a una cena pero no pasa nada, me quedo contigo, si quieres vamos.
Acepta con la cabeza. Continúa contándome lo que les ha pasado.
-...Y lo peor es que yo pensaba que ella era la definitiva pero parece ser que no. Pensaba que pasaría mi vida con ella, pero ella no pensaba los mismo. Y ahora estoy solo.
-Daniel, las tres fases. La primera, sentirse solo, pásala porque eso no es así. Hay miles de personas que están contigo además de tu familia y de nosotros, tus amigos. La segunda, contárselo a alguien. Sabes que estoy aquí para todo, ahora mismo estamos hablando pero si necesitas hablar más ya sabes. Y la tercera, la tercera es la de salir y olvidarse de todo. Esa es la mejor.
Consigo sacarle una pequeña sonrisa.
-Te quedas con todo, hija. No, pero yo hoy no estoy como para hacer nada, ni mañana, ni pasado...
-¿Y te crees que yo cuando lo dejé con Miki sí? Pues no, pero tú me obligaste y crees que no, pero me ayudaste mucho. 
-Vale, saldremos, pero hoy no. Hoy no tengo fuerzas para nada. 
Ponemos camino sin rumbo. Llegamos al centro de Madrid casi sin darnos cuenta. Hay muchísima gente y él no tiene muchas ganas de estar con nadie. Vamos a su casa. Me quito el abrigo, él se tira en el sofá.
-¿Quieres hacer una cosa con la que puede que lo pases muy mal ahora pero con la que mañana te sentirás muy bien?
-Visto así muy bien no suena.
-¿Quieres o no?
-Sorpréndeme.
-Meter en una caja todo lo que tienes con ella que no quieras tener. Yo lo tuve que hacer sola y lo pasé muy mal.
-¿Ahora?
-Sí.
Coge una caja que guarda en la terraza.
-¿Por dónde empezamos?
-Por donde tú quieras.
-Habitación.
Subimos a la habitación. Empieza a coger fotos y algunos objetos que guardaba de viajes. 
Nos recorremos la casa entera así. Tiene muchas cosas, se nota que estaba perdidito por ella y por lo que tenían.
Nos tiramos al sofá cansados. 
-¿Y ahora qué hago con esto?
-Lo que tú quieras. ¿Qué quieres hacer con tu relación con Cris?
-Olvidarla.
-Pues entonces-cojo la cinta de celofán y empiezo a cerrar las cajas.-se meten en un lugar donde guardes las cosas que no usas para nada pero que de vez en cuando puedes ponerte a mirar. 
Las guardamos en un pequeño rincón del sótano. 
-¿Y habéis quedado muy mal?
-Sí. Nos hemos dicho de todo. En fin...-mira el reloj de la pared de su salón.-Es tarde, deberías irte o si no mañana no serás persona.
-Tienes razón. 
Le doy un abrazo. Esconde la cabeza en mi cuello. Después de unos minutos se separa. 
-Por cierto, ha sido una pena que te hayas quedado conmigo esta noche en vez de haber ido a la cena, estabas muy guapa.
-Que tontito eres.-Le hago una pequeña caricia en la mejilla derecha.
-Muchas gracias por todo Annita. No sé qué haría yo sin ti...
-Nada. ¿Qué vas a hacer tú sin mí? ¡nada!
-Poco modesta nos salió la chica...
-Me dirás que es mentira.
-No, no es mentira. Sin ti nada.
Esa sonrisa, y su mirada fijada solamente en mis ojos. Me siento incómoda, no estoy acostumbrada a que alguien me diga cosas así. Aparto la mirada con una sonrisa en la boca que no puedo evitar tener. Un silencio incómodo de estos de película que es irrompible. Al final me decido. Es hora de despedirse aunque en cierto modo no tengo ganas de irme a casa. Otra sensación extraña. ¿Qué me pasa?
-Me voy ya a casa, ¿vale? Pasa buena noche y no te rayes mucho. Mañana hablamos.-sin dejar de sonreír voy abriendo la puerta.
-Espera un momento Anna.
-¿Qué pasa?-cierro la puerta.
-Nada, nada. Que pases buena noche.
Hace una sonrisa de esas que haces cuando ibas a decir una cosa y al final no la dices porque no sabes si harás mal o bien.
Salgo de su casa nerviosa. ¿Por qué esto tan de repente? Esas frases que no dicen lo que él quiere y esas frases en plan "sin ti nada." No paro de darle vueltas. La cosa es que a mí eso me encanta, me enamora.

CONTINUARÁ...


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 8: Sonrisas contagiosas.

"¡Annusca!" Escucho mientras hablo con Flo. En cuanto veo de quien viene me disculpo y salgo corriendo a hablar con él.
-¡Buenos días!-dice con una amplia sonrisa.
-¿Buenos? días.
-¿Qué pasó?
-Tengo agujetas hasta en el culo, machote.
-No creo...
-Es raro que no te lo creas después de provocar mis caídas una vez sí y otra también...
-¿Yo? ¡Mentirosa! Eso es que eres una patosilla.
Le miro con una mirada fulminante y al finalizar me río junto a él. Pasamos a su camerino y seguimos hablando.
-¿Tienes algo que hacer esta tarde?
-Tendré que mirar la agenda...-digo haciéndome la interesante. Me río y continúo hablando.-No, en serio, no hago nada.
-¿Quieres volver?
-¡Mira un gato!
Salgo corriendo de allí. Él va detrás de mí. Nos recorremos los pasillos corriendo hasta que llega un punto en el que yo no puedo más. Me pilla y me abraza por atrás. Intento soltarme pero él no me deja.
-Bien, ¿no?
-Te lo has ganado...
-Déjame salir.
-No, que te escapas.
-Que no me escapo...-pongo cara de cachorrito.
-Así no se me gana, Simon.
-Pero si yo ya et tengo ganada desde hace mucho, Matínez.
Se queda algo pensativo hasta que al fin responde.
-Verdad.
Me sonríe y yo le respondo con una sonrisa más grande si cabe. Por fin me suelta.
-¿Qué me dices?-insiste
-¿Qué te voy a decir? pues que sí, que claro que sí. Eso si, las caídas "sin darte cuenta" te las ahorras.
-Eso es más imposible.
Abro los ojos como platos. Le voy a dar una pequeña colleja pero antes de que me de tiempo sale corriendo. Salgo detrás suyo. Me paro a los pocos segundo. Él se pone en frente a unos 3 metros y abre los brazos para que salte. Me tiro encima. Cuando al cabo de uno o dos minutos nos soltamos nos empezamos a reír. En realidad empieza él. Dice que estoy roja y se ríe de mí porque casi no puedo respirar.
    6 de la tarde. Me pongo mis botines negros y me abrigo bien abrigada. Este frío es insoportable. A las 6 y
10 llaman al timbre. Es él. Vamos a la pista de patinaje.
-...Al menos patinamos algo mejor...-digo yo en una pequeña parada de descanso.
-¿Tú crees?
-No.-Se empieza a reír y yo hago lo mismo.-¡Es que es verdad!
Después de 1 hora y media salimos de allí. Otra vez se me ha quedado el culo empapado así que vamos a mi casa a cenar algo.
-...Habrá que ir algún día más para conseguir no caernos unas 100 veces de media por segundo, ¿no?
-Si no se me queda el culo como se me ha quedado hoy sí...-le sonrío y él me responde con el mismo gesto.-¿Por qué siempre que me río te ríes tú también?
-Será porque tienes una sonrisa muy contagiosa.
Me río y él hace lo mismo, al final va a resultar verdad esto.

CONTINUARÁ...

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 7: Rarezas bonitas.

Bajo las escaleras tranquilamente. Cuando salgo a la calle le veo a él y a su gorro de lana negro, su perfecto gorro de lana negro. ¡ Y cómo le queda! Está apoyado contra la pared esperándome al final de la calle. Corro hacia él. Nos damos un abrazo y él me da un beso en la mejilla.
-Buenas noches, señorita Simon.
-Buenas noches, señorito Martínez.
Ponemos camino a la pista de patinaje mientras hablamos de bobadas. Echaba de menos estos momentos con él, lo que me estoy riendo...
Por fin llegamos allí. Nos ponemos nuestros patines y pa' dentro.
-Esto está lleno de críos.
-Anna, pero si solo les ganamos en estatura...
No puedo evitar reírme ante tal bobada, la cosa es que es verdad.
-¿Y ahora?-pregunto yo.
-Ahora es cuando nos caemos más que patinamos.-ríe.
Nos agarramos a las vallas. Él va detrás mío.
-¿Nos soltamos?-me propone él.
-¡No!
-¿Por qué no?
-Porque de la caída que nos vamos a meter mañana no vamos a trabajar.
-Qué tonta. En esta vida hay que atreverse con todo, mujer. Vamos, conmigo.
Me suelto. Nos cogemos de las manos y... ¡a la aventura!
-Con tranquilidad, Martínez.
-Eres una miedica, Annita.
-Ya ves.
-Bueno, pues nada, adiós ¿eh?-se aleja de mí riendo.
Me ha dejado en la mitad de la pista sola. ¿Qué hago yo ahora?
-¡Dani!
-¿Qué?
-Ven aquí ahora mismo. ¡Ya!
-No, no, no.
-Sí, sí, sí.
-Vale, venga.
Viene hacia mí corriendo con mucha fuerza. No le da tiempo a frenar y nos caemos los dos él encima de mí.
Nos empezamos a reír inconscientemente pero pronto se hace un gran silencio bastante incómodo, de estos como cuando te das cuenta de que unos de tus mejores amigos está encima tuyo en la postura que está, por parte de los dos. Sigue tirado pero esta vez a mi lado. Toda la gente se ha ido, solo quedamos nosotros dos y el resto de la gente que anda por la calle, pero que es como si no estuviera porque en estos momentos ninguno de los dos nos centramos en eso.
-Dani, podías haber frenado un poquito.
No obtengo respuesta. Él tiene la mirada fijada en mis ojos y parece desconcertado, como si estuviera pensando en algo.
-¡Dani! que te has quedado embobado.-digo yo un poco más sonriente intentando romper este momento tan incómodo.
-Dime.
-Que habrá que levantarse, digo yo, vamos.-sigo sin perder la sonrisa de mi boca.
-Sí, sí.
Nos levantamos como podemos, ninguno de los dos tenemos muchas luces. Él sale corriendo hacia la salida y yo voy detrás. Salimos del recinto.
-¿Qué ha pasado, Dani?
-Nada, que me he dado cuenta de una...nada.-se corta a sí mismo.
-¿De una... cosa?
-Sí.
-¿De qué?
-¡De una bobada, tonta! No es nada.
-Quién lo diría... te has quedado blanco.
-Que no es nada. ¿Nos vamos ya a casa?
-Sí, por favor, estoy cansada.
-¡Abuela!
-¡¿Queeeeeeeé?!
Los dos nos reímos. Y así entre bobada y bobada llegamos a mi casa.
-Cosa bonita, te dej
-¿Cosa bonita?-le interrumpo.
-¿Qué pasa?
-Eso saliendo de la boca de Daniel Martinez Villadangos... es raro.
-Si quieres te miento y te llamo gilipollas.-parece ser que me pongo roja.-Tonta...-me dice con un aire cariñoso.-que digo que te dejo ya aquí.
-Vale.-le sonrío y me doy media vuelta para entrar al portal.
-Eh, señorita, ¿no le va a dar usted un abrazo de despedida a su amigo?
-No.
-Eres maaaala.
-Eso por tirarme.
-En realidad solo me caí al solo encima de ti...-me pone un cara irresistible mientras juega con la cremallera de su chaqueta.
-Mmmmmmmmm... eres malvado.
-Soy un chico bueno...
-¿Lo eres?
-Lo soy.
Me acerco a él le doy un abrazo y un beso. Intento soltarme pero no me deja.
-Tú, que ya.-río.
-No...
-Sí.
-No...
-Anda, buenas noches.
Me meto en el portal. Mientras subo los primeros escalones mi cuello girado observa como detrás de la puerta todavía sigue él riendo. Ha sido una tarde llena de rarezas, pero rarezas bonitas.

CONTINUARÁ...